
Se trata de una anciana bruja inofensiva, encorvada y descolorida, que recorre los pradros las noches de luna llena, apoyándose en un cayado de oro con regatón de plata que siempre está limpio aunque toque en pozas y barros.Viste una capa de color encarnado intenso y corizas de piel de comadreja.Eternamente solitaria, se hace invisible cuando algún curioso la sorprende en sus paseos nocturnos.
Este animal legendario nace cada cien años según parece de las comadrejas o de las rámilas. Es muy delgado y muy largo, con piel negra rayada de verde, ojos amarillos y un morro de jabalí que le sirve para excavar agujeros profundísimos bajo tierra, agujeros semejantes a los de los topos. Dicen que la piel de este ser con forma de serpiente cura todas las enfermedades y que sirve también para encontrar los tesoros ocultos, por lo que es muy buscado.
La Sierpe de Peñacastillo
Esta peculiar leyenda describe a un ser mitad serpiente y mitad humano que, al parecer, custodiaba un gran tesoro en una cueva del monte de Peñacastillo. Felipe II, el monarca más poderoso de Europa en aquel tiempo, conociendo de la existencia de esta leyenda, costeó una expedición dirigida por un mago italiano para conjurar al monstruo y poder hacerse con el gran depósito de perlas y riquísimas joyas que éste custodiaba. La aventura terminó con la fuga precipitada del encantador al llegar al cubil.
Se trataba de un ser muy fuerte y bravo, que devoraba los rebecos crudos, si bien la realidad es que esta mujer era una una pastora de Bejes, última descen- diente de una tribu de vaqueros de esta región de los Picos de Europa apodada "La Osa" por estar cubierta de pelo.Huía de la gente, vivía en estado semi-salvaje y comía miel, raices, frutos y del rebaño de cabras que ciudaba. Finalmente, la mujer venció su complejo y bajó al pueblo, donde se casó.
Estos hermosos y pequeños seres habitan en los manantiales y en los remansos de los ríos y se caracterizan por lucir una estrella sobre la frente, caminar descalzas, vestir con capas de plata, y salir cada alborada a tender las madejas de oro que hilan por la noche. Cuentan las viejas leyendas que si algún mozo logra coger una hebra de las madejas, las Mozas tiran del hilo arrastrando al muchacho a sus palacios subterráneos, llenos de riquezas, para casarlo con la más guapa de todas.
La Reina Mora
Según la leyenda, los árabes derrotados en Covadonga se refugiaron por esta zona. Sus mujeres bajaban los domingos a los pueblos, mientras el vecindario oía misa y se llevaban las boronas que cocían en el lar.Como escarmiento, las aldeanas pusieron, en vez de tortas, piedras redondas cubiertas de ascuas. Las Moras se abrasaban con las losas, gritando en su huída:"¡Peldá, peldá, peldá...!"( ¡Piedad!, ¡piedad!... )
La Reina Mora
Se dice que en una profunda gruta de Lebeña, en Liébana, está sepultada una hermosísima Reina Mora llorando el cruel encantamiento que la convirtió para siempre en una estatua de piedra sobre la que resbalan sus lágrimas. A la media noche recobra la vida y recorre las salas subterráneas entre suspiros y sollozos, llamando a sus compañeros muertos en la batalla de Covadonga y a los que, huyendo de su derrota, hallaron su final en esta sima.
Basada en la vida de Francisco de la Vega Casar, excepcional nadadador, conocido como "el sireno", la leyenda dice que siendo niño se pasabe el día en el agua, por lo que su madre le maldijo: "¡Permita la Virgen que te conviertas en pez!". Una noche de San Juan, yéndose a bañar, desaparece en la corriente y se convierte en mitad hombre y mitad pez. Mucho después, unos pescadores que faenaban en aguas de Cádiz lo atraparon con las redes y, oyéndole repetir el nombre de Liérganes, es devuelto a su pueblo natal. Allí, pasados diez años, se pierde para siempre aguas abajo del Miera, en busca de la mar.
Estas hadas son muy bondadosas y hermosas, aunque en esencia son idénticas a las Anjanas del resto de Cantabria, son características de esta comarca de nuestra región. Se caracterizan por lucir largos cabellos negros que coronan con espigas de trigo y andar descalzas, sembrando la alegría y la riqueza en los hogares desamparados y en los corazones que sufren alguna pena. También frecuentan el silencio de las ruinas, el sosiego de los caminos apartados y la paz de las riberas de los arroyos.
Todos los sábados las brujas de Cantabria, tras churrar en las cenizas del hogar y al grito de "¡Sin Dios y sin Santa María, por la chimenea arriba!" parten volando en escobas o transformadas en cárabos, rumbo a Cernégula, pueblo de Burgos donde celebran sus reuniones brujeriles alrededor de un espino, para, luego del bailoteo, chapuzarse en una charca de agua helada. Otras, más corretonas, amanecen en Sevilla, al pie de la Torre del Oro.En una gruta cerca de Suances, junto a una bolera de oro soterrada, celebran el aquelarre estas señoras, o parten en humeante enjambre hacia Cernégula, cual explica el cantar: "De la cueva de Ongayo / salió una bruja / con la greña caída / y otra brujuca. / Al llegar a Cernégula / ¡válgame el Cielo! / un diablo cornudo / bailó con ellas. / Por el Redentor, / por Santa María, / con el rabo ardiendo / ¡cómo bailarían...!"
Quizás la más conocida de entre los personajes de la abundante mitología de nuestra región, la Anjana es el hada buena de Cantabria. De pequeño tamaño ( apenas mide seis cuartas ) es de graciosa y extraordinaria belleza. Viste un rico manto chispeante de estrellas y se corona con lirios y rosas. Empuña una vara florida que brilla cada día de la semana con luz distinta.Vive en las fuentes y manantiales de donde sale para bendecir las aguas, los árboles y el ganado, ayudando a los pobres, a los que sufren y a los que se extravían en el bosque.
No hay comentarios:
Publicar un comentario