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domingo, 22 de febrero de 2009

Una lagrima de amor


Una lagrima de amor

por ti ha venido hoy aqui

tu ausencia me destroza

en silencio enbusca de tus besos

mi mente solo menciona

aquellos momentos en los

que el tiempo no pasaba tan lento

los recuerdos me persiguen

a todos lados que voy

pues solo buscan el

refugio de tu corazòn.

Una làgrima de amor

aparece diariamente

pues la lejanìa no

deja presente a mi mente

estoy tan cerca que

huelo tu esencia

pero a la vez tan lejos

que me lastima el viento

y solo escucho el

eco de tus dulces besos...

por la lejania de nuestros universos...

una agonìa se sienteen el tiempo...

al no verte, a mi lado,contento

martes, 3 de febrero de 2009

Nothing to display


Otra vez encaramado en el tren de letras, letras nacidas del desahucio, del dolor, del vacío de nada, de no sentir nada, más que el peso de las cenizas que quedó después del incendio; y no incendio, de algún bien material o inmueble, si no el incendio generado por haberse puesto a quemar (otra vez) de manera simbólica algunos recuerdos.Al final de cuentas, por más que lo intente, siempre terminan volviendo. No son los ojos de alguien fijos en la mente y distantes en el recuerdo; tampoco es el eco de la voz del ser amado, y ni siquiera es la nostalgia de extrañar lo perdido… Bueno, tal vez lo último sea lo que más se asemeja a la situación.Es una mezcla extraña entre soledad, frustración, cansancio. Morir, sería un alivio, para descansar... ¿De qué? sí no ha pasado nada relevante, pues de esta sensación de cansancio… Pero, es impensable morir con tantas cosas por hacer aún, y sin embargo, no hay energía suficiente como para hacer nada.Son ganas de todo y nada al mismo tiempo, es a veces querer comerse el mundo, y otras, en cambio, dejarse comer por él. Como pasar de la tristeza al dolor, luego a la euforia, al optimismo, y todo en los mismos cinco minutos.Lo anterior mezclado con un torbellino de nubes grises, un clima frío sin muchas actividades por hacer, y si añadimos un toque de música para recordar, se puede brindar con las lágrimas que corren por la cara de un intento de escritora frustrada, medio poeta y medio loca, pero siempre medio, porque fue lo que medio quedó después de la destrucción, después del incendio, después de intentar erigir otra vez las ruinas de lo que alguna vez fue…Para simplemente quedarse en versos vacíos y lastimeros, en medio llorar, medio escribir, medio vivir, sin sentir nada excepto cierto vacío un tanto doloroso. No es el coraje producto del engaño, no es la tristeza consiguiente a un abandono. Es el grito interior por la pérdida del ser, del yo, al no ver más que tinieblas donde antes había todo un camino por recorrer.Es la asfixia, por ver el tiempo correr, así nada más, sin poderlo detener, sin poder hacer nada, sin que alcance para nada; la impotencia de ver que uno es el mundo para alguien… Cuando ni siquiera se tienen los pies puestos en este planeta. Culpa de ver la vida esfumarse, sin saber qué hacer con ella, culpa de amanecer sana, respirando, bajo techo, en un entorno amigable…Y a pesar de todo, abrir los ojos maldiciendo el nuevo día. Mientras la poca materia gris utilizada los últimos minutos para escribir empieza nuevamente a caer en el ya usual letargo en que ha estado sumida, el alma se aferra a estas pocas líneas escritas, por sentir que se hizo algo, que se logró algo provechoso en este tiempo muerto como la plomiza tarde de hoy, donde todo transcurre casi igual.Pero no, aún hay versos, aún hay esperanza de algún día volver a ver el color en medio de la oscuridad; bien decía Gustavo Adolfo Bécquer:Mientras el corazón y la cabezabatallando prosigan,mientras haya esperanzas y recuerdos,¡habrá poesía!Y bueno, aunque el corazón ya no da para mucho, y la cabeza a estas alturas ya resulta algo obsoleta, o simplemente trabaja al son de la rutina, hay al menos un intento de poesía, con lo cual, tal vez pueda concluirse que aún hay alguna esperanza… Porque bueno, recuerdos sigue habiendo muchos, aún después del incendio, aún después de la tormenta…Todavía, tras la estela de humo que el dolor ha dejado, siguen ahí los recuerdos; latentes, persistentes, como una fiera esperando el momento justo para atacar a su presa. Y ¿qué más hace uno, sino rendirse y entregarse a este bálsamo sublime que son las letras? uno de los pocos espacios, donde, debido un poco a la locura y en parte a la sinestesia, aún existen los colores.

Gracias Vania por tu amabilidad y desinteres

martes, 27 de enero de 2009

Inventario



Un día lo vi. distinto. Tenía la mirada enfocada en lo distante. Casi ausente. Pienso ahora que tal vez presentía que ése era el último día de su vida.
Me aproximé y le dije:
- ¡Egunon, aitona!
Y él extendió su silencio. Me senté junto a su sillón y luego de un misterioso instante, exclamó:
- ¡Hoy es día de inventario, hijo!
- ¿Inventario? - pregunté sorprendido.
- Sí, ¡El inventario de las cosas perdidas! - me contestó con cierta energía y no sé si con tristeza o alegría. Y prosiguió:
- En el lugar de donde yo vengo, las montañas quiebran el cielo como monstruosas presencias constantes. Siempre tuve deseos de escalar la más alta. Nunca lo hice, no tuve tiempo ni la voluntad suficiente para sobreponerme a mi inercia existencial.
- Recuerdo también a Laura, aquella chica que amé en silencio por cuatro años; hasta que un día se marchó del pueblo, sin yo saberlo.
- ¿Sabes algo? - continua el aitona- También estuve a punto de estudiar ingeniería, pero mis aitas no pudieron pagarme los estudios. Además, el trabajo en la carpintería de mi aita no me permitía viajar. ¡Tantas cosas no concluidas, tantos amores no declarados, tantas oportunidades perdidas!
Luego, su mirada se hundió aún más en el vacío y se humedecieron sus ojos. Y continuó:
- En los treinta años que estuve casado con Lourdes, creo que sólo cuatro o cinco veces le dije “te amo”.
Luego de un breve silencio, regresó de su viaje mental y mirándome a los ojos me dijo:
- Este es mi inventario de cosas perdidas, la revisión de mi vida. A mí ya no me sirve. A ti sí. Te lo dejo, como regalo para que puedas hacer tu inventario a tiempo.
Y luego, con cierta alegría en el rostro, continuó con entusiasmo y casi divertido:
- ¿Sabes qué he descubierto en estos días?
- ¿Qué, aitona?
Aguardó unos segundos y no contestó, sólo me interrogó nuevamente:
- ¿Cuál es el pecado más grave en la vida de un hombre?
La pregunta me volvió a sorprender y sólo atiné a decir, con inseguridad:
- No lo había pensado. Supongo que matar a otros seres humanos, odiar al prójimo y desearles el mal ¿Tener malos pensamientos, tal vez?
Movió su cara de lado a lado, como reacción a mi respuesta errada. Me miró intensamente, como remarcando el momento y en tono grave, y firme me señaló:
- El pecado más grave en la vida de un ser humano es el pecado por omisión. Y lo más doloroso es descubrir las cosas perdidas sin tener tiempo para encontrarlas y recuperarlas.
Al día siguiente regresé temprano a mi casa, luego del entierro del aitona, para realizar en forma urgente mi propio inventario de las cosas perdidas.
Aitona. = Abuelo
Aitas = Padres
Aita = Padre
Egunon = Buenos Días

domingo, 11 de enero de 2009

martes, 23 de diciembre de 2008

La Primera vez


¡¡Era mi primera vez!! Salí de casa sumamente nerviosa, no sabía como sería aquello. Además, era mi primera vez, sin embargo, ya se lo había prometido y no podía echarme atrás. No debía tener miedo. Al fin y al cabo era yo quien había querido voluntariamente. Cuando llegué a la puerta un escalofrío estremeció todo mi cuerpo. Luego, al abrir la puerta, tuve que hacer un esfuerzo por controlar el temblor de mis piernas. Entré... y allí estaba él esperándome, sonrió e inmediatamente me tomó por el brazo y me llevó a una habitación muy bonita. Amablemente, me invitó a acostarme y me dijo que me pusiera cómoda, que me relajara... que él estaba acostumbrado a hacerlo y que no me iba doler.
Aunque era mi primera vez, él me inspiró bastante confianza y comprendí que no podría encontrar una persona más adecuada para hacer lo que estaba a punto de hacer, dada toda su experiencia. Poco a poco, se fue acercando. Creo que notó mi nerviosismo y trató de tranquilizarme diciéndome que era un verdadero experto y que sabía perfectamente cómo hacerlo, ya que lo había hecho muchas veces y nunca había recibido ninguna queja. Por fin, cuando mis músculos comenzaron a relajarse, me indicó cuál era la postura más adecuada y, poniéndome la mano en el hombro, continuó diciéndome cosas muy agradables para darme ánimo. Fue en ese momento cuando comencé a sudar. De pronto, la proximidad entre los dos se hizo inminente, sentí la presión de sus manos en mi brazo y el cálido aliento de su boca acercarse a mi rostro. De repente, me entró algo duro y me estremecí, ya que mi cuerpo no estaba acostumbrado a este tipo de sensaciones y comencé a ponerme muy ansiosa. De pronto, comencé a sentir un dolor insoportable y lancé un grito mientras todo mi ser se estremecía.
A medida que transcurrían los minutos el dolor se iba haciendo más y más fuerte y no tardó en empezar a salirme un poquito de sangre. Le supliqué que sacara su instrumento por un momento, porque me estaba doliendo mucho, pero me dijo que no podía dejarme así. Grité angustiada y dolorida hasta que me salieron unas lágrimas. Inesperadamente, el dolor cesó y mi cuerpo fue recorrido por una indescriptible sensación de bienestar y placer. Entonces, me di cuenta de que todo había acabado y finalmente llegó la hora de marcharme. Como bien podrán imaginar le agradecí a mi dentista que me hubiese sacado esa muela que tanto me dolía y me despedí pidiéndole disculpas por mi comportamiento tan exagerado. ¡¡¡Muchas gracias Doctor!!!

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