domingo, 21 de junio de 2009

Alerta por el auge del turismo sexual en Cali (Colombia)

Que las autoridades pongan fin a estos desmanes, que todo el peso de la ley caiga encima de los pedofilos y secuaces.-

Por: Jorge Enrique Rojas / Reportero de El País



Pocos parecen verlo, casi nadie lo cree, pero el drama está ahí: en las calles de la ciudad, chicas y chicos son ofrecidos como simples trozos de carne a extranjeros ricos y enfermos.

Ya no recuerda qué lo sorprendió más: si la chica colada en la poltrona trasera de su carro a esa hora, o su solicitud en tono de ruego para que la llevara a aquel prostíbulo del norte. Nunca antes había reparado más de lo necesario en el destino de una carrera, ni mucho menos en el cliente. A un taxista de tantos años como él no es que lo asombraran muchas cosas, pero en ese instante de la madrugada, pensó, no era común llevar a una niña como esa a un sitio como ese. Hacía frío. Armando, el chofer, no podía dejar de mirarla por el retrovisor.

La pasajera no debía tener más de 14 años. No podía tenerlos. Y él, que se había pasado media vida recogiendo mujeres de la calle en una y otra esquina, lo sabía bien. No tenía más de 14 y tampoco era como las otras que le estiraban la mano a esa hora para que las llevara a casa. No usaba rímel para esconder sus ojos de inocencia, ni estaba encaramada en tacones de punta para estirar ese cuerpo todavía a medio hacer. Iba descalza; tenía el cabello atado con dos colas. No, no era una prostituta. Y tampoco una azafata, como insinuaba sin éxito el disfraz sucio y sin bolsillos en el que seguro no llevaba plata para cancelar el servicio.

- Lléveme, se lo ruego-dijo ella limpiándose el llanto con la mano empuñada, mientras miraba para atrás como si la estuvieran persiguiendo.

- ¿A ese burdel? ¿No quiere ir a su casa? ¿Dónde está su mamá?- preguntó el taxista aún sin arrancar la marcha.

- Allá, allá está, lléveme que allá le pagan…

La carrera había empezado a las afueras de un hotel tres estrellas del centro de Cali y en la mitad del recorrido, quién sabe por qué, tal vez porque necesitaba desahogarse o porque sufría de incontinencia verbal o porque Armando siempre ha tenido esa cara de sacerdote que inspira confianza, la chica terminó contándole que el tipo donde la había mandado su mamá no era como los otros viejitos gringos que apenas la buscaban para tocarla y hacerla bailar y darle besos por allí y de pronto algo más, pero todo con cariño.

“No, éste no. Éste me hizo de todo aunque yo no quisiera, aunque llorara y le dijera que era una niña. Y hasta llamó a otros amigos, compinches serían, otros monos que hablaban en italiano como él, pero que se reían como cerdos mientras miraban todo lo que ese asqueroso me hacía. Yo les rogaba que me ayudaran, que pararan, pero qué va, qué les iba a importar si estaban todos trabados de la marihuana y el perico que estaban metiendo… Lo único que me decían es que yo era una india y que para eso me pagaban, que me callara y que recogiera la plata que me tiraban en la cara...”. La azafata miniatura, entonces, abrió uno de sus puños y estiró un billete de veinte dólares.

Ahora son las seis de la tarde de un viernes cualquiera y Armando cuenta la historia mientras me señala desde su taxi el hotel donde recogió a la muchacha cuatro años atrás. Esa noche iríamos a buscarla. Pero antes, en el camino, me contó que en este último tiempo, trabajando siempre de noche, ha descubierto una peor versión de esta ciudad en la que además de droga, licor y armas, es posible encontrar -“si se busca con cuidado”- chicas de todos los tamaños y colores, ofrecidas como simples trozos de carne a turistas que han hecho de Cali una despensa de sus aberraciones extravagantes.

El taxista relata que hay hoteles donde los botones hacen los contactos necesarios para hallar niñas que son entregadas por menos de cien dólares la noche sin importar que sean menores de edad y que si bien ese ‘comercio’ no es tan abierto como en Cartagena, Santa Marta o San Andrés, el turismo sexual es una realidad de la que se están lucrando verdaderas mafias de las que pocos conocen su manera de operar y traficar cuerpos inconclusos.

Aunque las autoridades niegan que ocurra de esa forma, hace poco la fundación Renacer, una de las ONG que más ha trabajado dicha problemática en el país, reveló un informe según el cual la capital del Valle se ha transformado en uno de los mercados emergentes, penosamente más prósperos, de aquel negocio ilegal. De acuerdo con un trabajo de campo realizado en los dos últimos años, en esta urbe el fenómeno creció un 53%, siendo Cali la ciudad del interior donde más casos se detectaron: 202 en 24 meses. Sin embargo, en ese mismo periodo, ni la Policía de Menores, ni la de Turismo, ni la Sijín, han registrado ni una denuncia, ni han hecho una sola captura, ni han emprendido investigación alguna. ¿Cómo se mercadea el sexo ofrecido a turistas ricos y enfermos?

Caramelos por encargo

Candy, me llamo Candy… La mujer susurra el nombre mientras humedece sus labios carnosos con la punta de la lengua. Su boca está pintada de un rosa nacarado que lentamente empieza a deshacerse en el tembloroso lóbulo de la oreja del cliente. Él, con los ojos cerrados y las manos aferradas a la mesa, parece intentar un último esfuerzo para no perder el equilibrio. Ella, ligeramente inclinada sobre su asiento, apenas rozándolo con su voz, lo tienta al hondo vacío que provoca. Desde lejos, parece inevitable que se resista.

Mediodía de un domingo en Bogotá. Él y ella se encuentran en un restaurante del parque de la 93 donde un plato sencillo cuesta sesenta mil pesos. Él, de pelo gris, lentes de aumento y unos 60 años, va de traje. Ella, de tan sólo 22, luce un collar de perlas perdido entre el interminable escote de un vestido rojo. Una escena de dos enamorados tan diametralmente opuestos que, aquí y

allá, causa la misma curiosidad: todos los que observan gravitan entre la incomprensión y la más negra de las envidias.

Pese a que no lo reconoce abiertamente, desde hace años Candy trabaja como acompañante de ejecutivos, extranjeros, narcotraficantes, paramilitares e incluso políticos que la buscan para que les sirva como accesorio lujurioso en viajes de negocios, cenas y reuniones donde el poder debe ser ostentado en todo sentido.

Ahora ella vive en Bogotá, donde dice trabajar como modelo de ropa interior. Su casa queda en La Castellana, un sector de clase media-alta donde tiene rentado un apartamento amoblado con cuadros de galería y tapetes persas. Esa noche, mientras bebía a sorbos un trago de whisky, me contaría que todo empezó en Cali a través de una red que alguna vez la contactó para ser “novia por horas” de unos españoles que llegaron a la ciudad en el 2002, cuando ella apenas era una niña de 15.

“Los contactos los hacía la mujer de un traqueto. El negocio empezó como un favor que ella le hacía a extranjeros amigos de su esposo que querían

niñitas. Era un encargo: llamaban y ella salía con plata en mano a conseguir el pedido. No le gustaban las prostitutas por mañosas, así que se daba a la tarea de conseguir peladitas en barrios, colegios, fiesticas de cuadra. La cosa fue creciendo y ya no sólo empezaron a venir amigos, sino conocidos y referidos y eso les empezó a dar mucho billete”.

Viene un barco cargado de...

Las cuentas de Candy no son erradas. De acuerdo con la Organización Internacional de Migraciones, los viajes con motivación sexual a América Latina mueven unos cinco mil millones de euros al año y se han convertido en el tercer sector de comercio ilegal en el mundo después del tráfico de drogas y de armas. Sólo en México, Brasil, Cuba y Colombia se estima que 15.000 niñas venden su cuerpo en esas condiciones. Cifras extraoficiales indican que cada doce meses 30.000 europeos emprenden un viaje con dichos fines y una media de gasto, para dos semanas, que supera los seis millones de pesos.

Aunque hay quienes creen que sólo se trata de un mito asociado erróneamente con la cultura festiva de la ciudad o de una campaña de desprestigio para enlodar el nombre de esta antigua capital del civismo, lo cierto es que la situación es más común de lo que se sospecha. El sargento Hugo Antonio Osorio, comandante de la Policía de Turismo de Cali, reconoce que en los últimos años aquí se realizaron una suerte de convenciones turísticas de más de 50 europeos y estadounidenses que viajaban cada ocho meses con el único objetivo de llevar menores a la cama.

Y como si no les fuera suficiente con el abuso, los monstruos también fueron sarcásticos: las congregaciones, que han tenido como sede un par de hoteles con mejor pasado que presente, se registraron con el pretexto de hacer parte de una comitiva de estudio del Tratado de Libre Comercio.

“Pero no hemos podido hacer nada. La Ley dice que el sexo con mayores de 14 años no da cárcel y mientras la víctima no denuncie que fue obligada, quedamos con las manos atadas”.

Además, precisa Osorio, entre hoteles, apartahoteles y casas de arriendo, en este momento hay 63 inmuebles que violan los códigos del POT, sirviendo como cuevas para camuflar el delito.

La subintendente María Pozú, de la Unidad de Delitos Sexuales de la Sijín, sabe que se trata, casi, de una lucha contra un enemigo invisible: “Nunca se ha podido hacer una captura por turismo sexual como tal. Hace años habíamos detectado a un francés que recogía peladitas en la Avenida Sexta, pero se escabulló antes de agarrarlo en flagrancia”.

Antes de terminar su trago de whisky, Candy asegura que es casi imposible desarticular una red dedicada a ese negocio, porque no operan como un prostíbulo sino como una organización de crimen organizado.

“A nosotros, por ejemplo, nos llevaban a una casa de Ciudad Jardín que funcionaba como un resort por temporadas para que los gringos no se estuvieran boletiando en la calle. A esa casa, en la que ahora funciona un negocio comercial, llegaba todo: cantantes, médicos, droga... Y todo era manejado con anillos de seguridad. Fue un negocio redondo hasta que mataron al traqueto y la mujer que manejaba el asunto se tuvo que perder”.

El cielo no existe

A la azafata de juguete nunca dejaron de llamarla así, “azafata”. Ahora ella trabaja en un bar de copas del centro, donde mucho después Armando, el taxista, la reconocería sirviendo una mesa. Cumplió 18 el pasado febrero y aunque parece mayor, aún sigue condenada a la belleza: pelo negro, piel cobriza, piernas largas, boca rabiosamente roja.

- ¿Qué pasó ese día cuando llegaste a la puerta del burdel?

- Mi mamá me agarró a correa por habérmele escapado a los gringos.

- ¿Por qué no denunciarla a ella, al burdel, a los gringos, al hotel?

-Lo hice, creame, pero de nada sirvió. La Policía no me oyó, el burdel sigue funcionando, el hotel no cerró y mi mamá sigue por ahí, consiguiendo peladitas para esos manes que no dejan de venir a esta ciudad.

-¿Por qué aún te dicen azafata?

- Porque hoy estoy aquí, mañana allá. Porque yo sigo volándome de mi mamá, de la gente que aún me persigue para comprarme y de uno de esos italianos del hotel que, de aquí, nunca pudo despegar.

La Fundación Renacer detectó en los últimos dos años, más de 200 víctimas de turismo sexual en Cali. Algunas casas de citas, promueven el negocio.
Foto / El País

Más de Candy...

“A mí, la vieja esa que manejaba todo, me encontró en la esquina de mi casa. En ese tiempo yo vivía en Alfonso López. Ella llegó en una camioneta y me dijo a mí y a unas amigas que nos invitaba a una fiesta, que había platica. Esa vez, antes de que nos subiéramos al carro, nos dio doscientos mil pesos . Yo siempre supe a qué iba porque ‘mamá noel’, claramente, no era”.

”Esos manes no vienen a enamorarse. Muy de buenas, pues, la que le pegue a la lotería, pero no, ellos vienen a lo que vienen y ya. Yo estuve de buenas porque siempre he sido chiquita y flaquita y con cara de niñita y por eso fue que me mantuve en el negocio, pero la verdad es que los gringos vienen es por peladitas, peladitas... Yo llegué a ver manes pagando mil dólares por estar unas horitas con niñitas de 12, hasta 11 años... Eso es pecado y lo sabían, pero también tenían claro que sólo aquí podían pecar”.

“Cuando la vuelta era con niñas tan pequeñas, la cosa se cuadraba con la mamá. Uno cree que es difícil que una madre entregue a su hija para que un enfermo de esos le haga cosas, pero mentira, por la plata baila el perro y también las mamás descorazonadas que, vea usted, son más de las que uno cree”.

”En esa casa de Ciudad Jardín no sólo se atendieron gringos. También se organizaron planes para jefes sicarios de Medellín y unos paracos. Ahí la vuelta sí era diferente, porque a esos manes se les estallan las pepas (enloquecen) en cualquier momento y no se podía dar papaya. A ellos casi nunca se les conseguían peladitas muy chiquitas o muy inexpertas. A mí, allá adentro, me tocó ver cosas feas que yo no puedo contar. De hecho, ya estoy hablando de más”.

Datos claves


En el 2008 la Fiscalía desarticuló una red de prostitución y trata de blancas que estaba reclutando chicas en Cali y otras ciudades del interior, para ofrecerlas a los turistas extranjeros que llegaban a San Andrés islas.


El Centro de Atención Integral a Víctimas de Abuso Sexual, Caivas, de la Fiscalía, tiene dispuesta las 24 horas, la línea 106, a través de la cual los menores pueden denunciar abusos. Las llamadas son atendidas por especialistas.

La Ley dice

De acuerdo con un proyecto de ley aprobado por el Senado de la República, quien promueva el turismo sexual en Colombia se expone a una condena de hasta ocho años de cárcel.

El castigo está contemplado en la Ley de Infancia y Adolescencia del 2006, que determina que la pena imputada no será excarcelable. Además, la condena aumentará hasta en la mitad cuando la conducta delictiva recaiga en menores de 12 años de edad.

La norma establece que los extranjeros que lleguen a practicar el turismo sexual y sean detenidos en flagrancia, podrán ser deportados por la vía administrativa.

También se determina que cualquier negocio (hotel, agencia de viajes) que promueva el ilícito, podrá perder su licencia.

La pornografía infantil, mientras tanto, será penalizada con veinte años de prisión. Además, hay multas establecidas de hasta 1.500 salarios mínimos mensuales para los responsables.

Uno de los mayores obstáculos para los autoridades está en que en el régimen vigente el abuso sexual sólo se tipifica en niños menores de 14 años, por lo cual un chico de 15 años, fácilmente, puede dejar de ser visto como víctima.

En pocas palabras


"Los delitos sexuales ocurren en la intimidad y eso los restringe a una sola fuente: la víctima. Por eso la parte probatoria es, siempre, un poco compleja".

Fiscal de menores.


"Lo que pasa aquí es más un mito. Si hay turismo sexual está muy bien camuflado. Es muy complicado establecer que lo estén promoviendo".

Teniente Adriana Bohórquez, Coordinadora Policía de Menores.

“Ellos persiguen las zonas en conflicto”

Estella Cárdenas, directora de la Fundación Renacer, dialogó en Bogotá con El País sobre la situación particular de Cali. Una de las mayores preocupaciones de la ONG es el hallazgo hecho en relación con las edades de los niños y niñas víctimas de explotación y turismo sexual en la ciudad.

De acuerdo con su investigación, el 40% de los menores encontrados en dicha situación tenía entre 12 y 14 años y el 27% de ellos había sido victimizado por más de dos años consecutivos. El 7%, eran desplazados.

¿Cómo es que la dinámica del turismo sexual se pudo extender hasta Cali, luego de ser un fenómeno casi exclusivo de la Costa Caribe? ¿Por qué Cali?

El Gobierno de Colombia ha hecho un gran trabajo en la promoción de marca-país y eso ha dado frutos en el turismo en general. Colombia, para los extranjeros, es un destino muy barato. Y paradójicamente esas cosas buenas que se han logrado vienen jugando en contra a la hora de hacerle frente a esta problemática: así como el país resulta atractivo para una familia, lo es para un turista sexual. Y hay una particularidad especial: ellos persiguen los países con conflictos porque saben que allí los chicos pueden estar más desprotegidos. Y el otro atractivo, sobre todo en el caso de Cali, es el narcotráfico por los precios de la droga. Todo eso, sumado a la fama internacional de Cali como capital de la rumba, la han convertido en polo del turismo sexual.

¿Cali, entonces, va a terminar siendo otra Cartagena?

No podría asegurar eso, pero hay que reconocer que en Cali ya hay una gran oferta de turismo sexual. No es difícil hallar una niña para esos fines. Creo que allá (Cali) aún no se han dado cuenta de la magnitud del problema.

¿De dónde provienen , en su mayoría, los turistas sexuales que llegan a Cali?

Eso es muy relativo, pero según lo que pudimos observar durante los dos últimos años, la mayoría son españoles, italianos y estadounidenses. Claro que la dinámica siempre está cambiando, dar una seguridad en ese sentido es muy complicado.

¿Por qué, si es un drama conocido y diagnosticado, es tan difícil de frenar?

A las autoridades les falta investigación. Tienen que buscar en la calle para encontrar la manera como está funcionando el negocio. Los turistas no llegan a una ciudad a buscar sin pistas, ellos ya vienen con un gancho desde afuera. El problema, y lo entiendo, es que la Policía no tiene suficiente gente y en esa ciudad hay muchos problemas que atender.

Otros hallazgos de la Fundación Renacer

Los ingresos de los niños víctimas de la explotación y el turismo sexual en Cali , superan ampliamente el promedio que reciben, por las mismas actividades, los menores en otras ciudades del interior. Esto, lo que comprueba, es que detrás del negocio ilegal hay mucha más gente de la que se sospecha, reclutando chicos y administrando los contactos. De acuerdo con las investigaciones de la ONG adelantadas en los dos último años, se estima que el 59% de las víctimas en la ciudad puede llegar a recibir cerca de $300.000 mensuales. Renacer también estableció que en Cali, hasta hace dos años, funionaban prostíbulos vinculados con redes de trata de blancas.

Salas de video chat porno, operan con otra modalidad

Aunque no es tan visible en la calle, no resulta menos cruel: las salas de video chat porno se convirtieron en otra de las perversas modalidades para explotar a los menores en Colombia.

La Dijín, desarrollando un trabajo mancomunado con el Ministerio de Comunicaciones, deshabilitó durante el 2008 210 páginas asociadas con pornografía infantil. En el proceso fueron halladas 1.435 imágenes con contenido pornográfico explícito de menores y 710 videos.

Quién lo creyera, una de las mayores dificultades de las autoridades para hacerle frente al delito es la detección misma de las páginas porque regularmente -explican investigadores de la Unidad de Delitos Informáticos- el dominio de éstas es adquirido en un país, el ‘hosting’ en otro y su alimentación de contenidos se hace desde una tercera latitud. Es decir, a pesar de que un sitio web sea administrado en Cali, seguramente, estará bloqueado para verse en la ciudad.

Y eso fue lo que pasó con una página de contenido triple X que era alimentada desde una casa del barrio La Flora. La Sijín lo descubrió todo hace tres meses.

Uno de los detectives que participó en el allanamiento cuenta que después de realizar un seguimiento de varias semanas, pudieron determinar que en la vivienda funcionaba un video chat porno administrado por una mujer mayor, en éste trabajaban chicos que no superaban los 15 años. Los menores hacían turnos de cinco horas que empezaban a las 6:00 de la mañana y terminaban a las 8:00 de la noche.

En el operativo fueron capturadas cinco personas, a las que, para poderlas judicializar, tuvieron que imputarles cargos de defraudación de derechos de autor y utilización de programas ilegales, ya que, en teoría, exponer a un niño desnudo ante una cámara web para que alguien lo vea en la distancia y lucrarse de ello, no da cárcel.

En los últimos 90 días no se han detectado más salas de chat de ese tipo. La razón, explica el detective, es que los administradores cambiaron la modalidad y ahora sólo emplean a chicos que tengan computadores en sus casas. Lo que hacen es sumistrarles

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